En cierta ocasión el célebre Cúchares luchaba en la plaza de Sevilla con un miura que, según la propensión de los de su casta, se le había entablerao, y le hacía pasar las penas negras.
El circo estaba silencioso, porque el bicho era de cuidado y el diestro sudaba la gota gorda, cuando una voz sonora y vibrante salió de la masa viva del tendido de sombra, dejando escuchar a todos distintamente estas palabras:
-¡Zeñor Curro, qué tiempos aquéllos!
Cúchares levantó los ojos con curiosidad suma; pero solicitado por un movimiento del toro, volvió de nuevo a la faena, mientras resonaba por segunda y tercera vez el estentóreo grito:
-¡Qué tiempos aquéllos, zeñor Curro!
Incomodado el diestro por tan repetida exclamación, echóse con rabia la montera hacia atrás, y levantando la cabeza dijo entre provocativo y confuso:
-¡Vamos a ver, hombre!..., ¿qué tiempos eran ésos?
A lo que contestó el de las voces sorna truhanesca y reposado acento:
-¡Toma, toma! ¿Qué tiempos han de ser, zeñor Curro?....¡Aquellos... en que empezó usté a matá ese toro!
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