Parece como si la plaza de toros de Belmez estuviera a lo largo de su historia condenada al desprestigio taurino.
Si en la corrida de feria hemos padecido el bochorno de los "insultos", gracias a la colaboración del comentarista de "los becerritos", las faenas de campo y apartado de las reses en motos de cuatro ruedas; junto al "maestro", un "figurón" del toreo con el que se me ha puesto la piel de gallina al verlo lidiar en directo corridas de Victorino, que no me puedo explicar que está defendiendo, y la colaboración de un palco presidencial de broma; os muestro la crónica del Diario Córdoba del 8 de septiembre de 1991.
A partir de ésta corrida Belmez volvía a ser desprestigiada por consentir la lidia de semejantes reses y el reparto de golosinas como bien tituló en su crónica Ángel Mendieta.
Veinte años atrás, ya no es sólo el reparto de golosinas en forma de orejas y rabos para unos diestros que vienen tan acomodados a la plaza, que pueden llevarse para su finca hasta el toro en el maletero del furgón de cuadrillas.
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