sábado, 10 de octubre de 2009

TOMÁS MORENO. UN LUCHADOR. El Matador cordobés no se da por vencido




Hoy hemos querido rescatar la entrevista realizada al matador de toros Tomás Moreno, publicada en el DIARIO CÓRDOBA el 25 de octubre de 1987, por el periodista Ángel Mendieta en el patio de caballos ates de hacer el paseíllo, y en el callejón de la plaza de toros de Belmez, tras estoquear dos auténticos toros de Julio de la Puerta.



El toreo es para muchos sinónimo de fiesta, luminosidad, alegría. Para otros, lo es de riqueza, fama, valentía... Hay quien dice que la fiesta es la profesión más difícil y está reservada para los valientes. Y no les falta razón, porque es difícil enfundarse, una tarde tras otra, en un traje de luces para entretener al personal en una lucha en la que se juega con la vida. Pero hay personajes, auténticos héroes, que no disfrutan de la alegría, ni de la fa,a, ni de la riqueza de los toreros, pero como los otros, también se juegan la vida.




Aunque no tenga la oportunidad de hacerlo en plazas repletas de público y con una legión de testigos que den fe de su actuación, estos son tan toreros como aquellos, y cada actuación suya es un auténtico calvario. Nos referimos en éste caso concreto a un torero cordobés, Tomás Moreno. Córdoba fue testigo de su actuación el pasado domingo en la plaza de Belmez. Hablamos con él antes de iniciarse el paseíllo y cuando terminó con sus dos oponentes. Su comentario fue el siguiente.


A. M. ¿Cuántos años llevas en esto?.


T. M. Muchos. Muchísimos. Toda la vida luchando.


A.M. ¿Te queda ilusión?.


T. M. Eso nunca se puede terminar. con lo duro que es todo esto, si no tuviéramos ilusión...


A. M. ¿Sirve para algo el hecho de que te jueges la vida, como te la juegas?.


T. M. Me lo pregunto en ocasiones y yo solo me contesto. Me sirve a mí para mi orgullo torero. Porque soy un torero. Es lo que me sirve para continuar y para medirme con los toros como cualquier otro torero. Lo que pasa es que , por la circunstancia que sea, mi situación es más difícil que la de otros. Pero estoy aquí hasta que Dios quiera.


A. M. ¿Vives del toro?


T. M. Nunca he vivido del toro. Trabajo en lo que me sale y lo que gano lo dedico al toro. En esto pongo los cinco sentidos.


A. M. ¿Es dura tu situación?.


T. M. Bueno. Vivo de día y de noche pensando en esto.


A. M. ¿Qué sientes cuando ves, uno tras otro, carteles anunciadores de corridas de toros en ferias importantes y nunca aparece tu nombre en ellos?.


T. M. Siento amargura porque veo que la lucha y el esfuerzo que llevo no tiene recompensa. Pero eso no hace que se me acabe la ilusión. Cuando consigo ponerme delante, aunque sea en una plaza de carros, me siento torero y pienso que ya llegará mí día.


A. M. ¿Cuándo te has sentido importante?.


T. M. Cuando he conseguido ligarle veinte muletazos a un toro, aunque solo me hayan visto cuatro amigos.


A. M. ¿Estás resentido?


T. M. No lo estoy con nadie ni con nada. Sí es posible que esté un poco mosqueado con las circunstancias de mi carrera taurina. He toreado toros que si me hubiera visto quien me tenía que ver a lo mejor ahora estaría rico. Sin embargo estoy tieso.


A. M. ¿No estas quemado?.


T. M. Que va. Esto es como el vino y el jamón, que el tiempo lo purifica. Conforme pasa el tiempo los hombres tomamos conciencia y sabemos lo que queremos. Cuando un hombre está cosido a cornás y dice que quiere ser torero porque le sale de dentro, es cuando puede romper en figura.


A. M. Dicen que el toro pone a cada uno en su sitio ¿qué opinas de eso?.


T. M. Pues, si le digo la verdad, en eso creo relativamente. Hay toreros que están en el sitio en el que tienen que estar porque son unos fenómenos. Son figuras porque ellos sirven y porque los pusieron en el camino. Sin embargo, hay otros que sirven, pero que por circunstancias nunca "les han dado un pitón". Eso es injusto. Admiro a los que están arriba porque son unos fenómenos, pero también a los que están abajo porque se juegan la vida sin ver un duro y nada más que por la ilusión de ponerse delante de un toro.




Los clarines sonaron y Tomás Moreno, liado en su capote de paseo y al frente de las cuadrillas, hizo el despeje. No era una tarde luminosa del mes de mayo. Tampoco había mucha gente en la plaza, probablemente ni para cubrir los gastos y, sin embargo, el torero cordobés salió decidido a jugarse la vida. Dos toros con cinco años pasados esperaban en los chiqueros. Tomás Moreno, una vez más, se jugó la vida a carta cabal, sin trampa ni cartón. Sus toros tuvieron la fuerza necesaria para aguantar cinco o seis puyazos de los de ahora. Murieron con la boca cerrada e intentando coger al torero. Tres orejas premiaron su labor y continuamos la conversación.


El torero estaba sudoroso y la respiración era un poco agitada. El vestío presentaba manchas de sangre, eran las huellas que quedaban después de la lucha feroz. A nuestra pregunta de si ya había pasado todo, Tomás contestó: "Bueno, han pasado dos toros. Lo que yo quiero es que pasen muchos más".


A. M. ¿Cómo te has visto?.


T.M. Han sido dos toros con dificultades, sobre todo el segundo. Con él había que estar muy cerca, sin dudarle y tragándole mucho. Era un toro muy serio, que hacía cosas muy feas pero, o se está o no se está. Yo creo que he estado.


A. M. Estás, pero te juegas la piel. ¿Cuántas cornadas tienes?.


T.M. Tengo siete u ocho cornás y, de ellas, dos o tres muy fuertes.


A. M. ¿Llevas mucho tiempo de matador de toros?.


T. M. Para once años.


A. M. Llevas mucho tiempo jugándote la vida. ¿Te ha servido para algo?.


T. M. Me sirve para mí. Aunque no me haya valido ni para ir a mi tierra que es Córdoba. Parece como si me tuvieran puesto el veto.


A. M. ¿Piensas que esto de hoy puede serte útil?


T.M. ¡Ojalá! ¡ojalá!. Bien lo sabe Dios que yo quiero ser torero. Pero lo peor que te puede pasar es que no te den toros porque te quitan sin dejarte poner.


A. M. Cuando has iniciado el paseíllo, ¿sabías lo que había allí dentro?.


T. M. Sí, sabía que había dos toros con cinco años para seis. Era consciente de que me iba a jugar la vida.




Esa es la realidad de un hombre que salió el pasado domingo a la plaza de toros de Belmez para matar dos toros con mucho trapío y muchos pitones. Toros de los que el público no protesta por falta de presencia o de fuerza. Ni se les pide el cambio de tercio porque hay que pegarles. Ni el informador tiene que decir aquello tan usual de sospechosamente romos. La fiesta de los toros es dura y, además, para hombres muy, pero que muy valientes.


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